divendres, 10 de juny del 2022

El infinito en un junco




El infinito en un junco
d'Irene Vallejo

Siruela

Maig-juny 2022



Feia temps que no llegia un llibre tan pausadament i que en fes gaudir tant! El vaig agafar de la biblioteca i me'l compraré per tenir-lo a casa. És un llibre per anar rellegint i redescobrint les anècdotes i la història que la l'autora et va explicant amb un estil agradós, àgil i amè. 
La Irene Vallejo, en un castellà preciós, pulcre, ben escrit, molt agradable de llegir, et va explicant la  història de l'escriptura, dels llibres i de les biblioteques. De com l'home  va començar a escriure en tauletes de fang, de com evoluciona fins a arribar al llibre electrònic, de les biblioteques... tot centrat en la Biblioteca d'Alexandria. Però l'autora té la gràcia de trobar coincidències i relació entre les tauletes de fang i una pel·lícula actual, o una sèrie, o un llibre d'ara. Tot i ser un assaig és molt amè, et fa buscar notes a Google i et queden ganes de rellegir temes i idees que ha deixat anar com sense voler. En resum, un gran llibre!
Com sempre m'agrada deixar copiats alguns paràgrafs per recordar millor algunes idees que m'han agradat. Si no les llegir totes llegiu com a mínim l'última!

Dice Plutarco que en realidad Cleopatra no era una gran belleza pero en cambio rebosaba atractivo, inteligencia y labia. Era capaz de hablar sin intérpretes con etíopes, hebreos, árabes, sirios, medos y partos. Astuta, bien informada, ganó varios asaltos en el combate por el poder dentro y fuera de su país, aunque perdió la batalla decisiva. Su problema es que solo han hablado de ella desde el bando enemigo.  ......  Marco Antonio quiso deslumbrar a Cleopatra con un gran regalo. Sabía que el oro, las joyas o los banquetes no conseguirían asombrarla. por eso eligió un regalo que Cleopatra no podría desdeñar con expresión aburrida: puso a sus pies doscientos mil volúmenes para la Gran Biblioteca. En Alejandría, los libros eran combustibles para las pasiones.  

El papir va ser un gran avanç tot i tenir problemes amb l'aigua i la humitat. Les tauletes de fang van quedar en lloc secundari. Al segle II a. C. el rei Ptolomeu V veia amb mals ulls la construcció d'una biblioteca a Pèrgam. Tenia por que la d'Alexandria perdés importància. El rei Eumenes de Pèrgam intentava captar savis d'Alexandria i es dedicava a buscar llibrs arreu del món. Llavors Ptolomeu va tallar en sec el subministrament de papir a Pèrgam pensant que així s'acabaria tot. Però quan una porta es tanca s'obra una finestra. I els de Pèrgam van reaccionar buscant una altra matèria prima, la pell d'animals. Amb l'avantatge que podia quedar molt fina, es podia escriure per les dues bandes i l'aigua no li feia mal. 

La invención del alfabeto derribó muros y abrió puertas para que muchas personas, y no sólo un cónclave de iniciados, pudieran acceder al pensamiento escrito. La revolución se gestó entre los pueblos semíticos. Partiendo del complicado sistema egipcio, llegaron a una fórmula de asombrosa simplicidad. Hacia 1250 a.C. los fenicios llegaron a un sistema de veintidós signos. Para los navegantes fenicios la escritura simplificada liberaba al comerciante del poder del escriba. Cada uno de ellos podía llevar sus propios registros y dirigir sus negocios

Al S VI a.C. l'educació va deixar de ser exclusivament militar i atlètica. Moltes famílies, pagant, van voler educació pels seus fills. I a través d'una crònica negra sabem que al segle V a.C. a l'illa d'Astipalea,  de 13 km quadrats, ja tenien una escola pública! 

Els bibliotecaris a Alexandria eren persones sàvies, homes sempre, que es cuidaven dels rotllos de papir. Un d'ells, Aristòfanes, era famós per la seva gran memòria.  Un dia va haver-hi un concurs de poesia i faltava una persona pel jurat. Van demanar a Aristòfanes que hi anés. Ell va escoltar totes les poesies amb mala cara i al final va demanar la paraula i va dir que tots els participants eren uns farsants excepte un. I es va aixecar i va anar agafant papirs de les estanteries assenyalant d'on havien copiat el text els participants. Coneixia de cor tots els papirs de la Biblioteca. El van nomenar director de la Biblioteca...
Esta anécdota, relatada por Vitrubio, demuestra que el plagio y los escándalos son tan antiguos como los propios concursos literarios -tal vez por eso llamemos "fallos" a las decisiones de los jurados-. Además, la historia de Aristófanes de Bizancio nos releva el crecimiento  de la  Gran Biblioteca, que, un siglo después de su creación, ya sólo podía tener cabida en una memoria fabulosa. Había llegado el tiempo de los catálogos y las listas. 

La historia de la literatura empieza de forma inesperada. El primer autor del mundo que firma un texto con su propio nombre es una mujer. Mil quinientos años antes de Homero, Enheduanna, poeta y sacerdotisa, escribió un conjunto de himnos cuyos ecos resuenan todavía en los salmos de la Biblia. Los rubricó con orgullo. Era hija del rey Sargon I de Acad. También le pertenecen las más antiguas notaciones astronómicas. Poderosa y audaz, se atrevió a participar en la agitada lucha política de su época, y sufrió por ello el castigo del exilio y la nostalgia. Sin embargo, nunca dejó de escribir cantos para Inanna, su divinidad protectora, señora del amor y de la guerra. En su himno más íntimo y recordado, revela el secreto de su proceso creativo: la diosa lunar visita su hogar a medianoche y la ayuda a "concebir" nuevos poemas, "dando nacimiento" a versos que respiran. Es un suceso mágico, erótico, nocturno. Enhedanna fue -que sepamos- la primera persona en describir el misterioso parto de las palabras poéticas. 

Safo escribió: "Dicen algunos que nada es más hermoso sobre la negra tierra que un escuadrón de jinetes, o de infantes, o de naves. Pero yo digo que lo más bello es la persona amada". En un momento de su vida su biografía da un giro. Sabemos que dirigió un grupo de chicas jóvenes, hijas de familias ilustres. Se enamoró de algunas de ellas. Los amores de Safo por sus protegidas no eran sentimientos condenados, sinó reconocidos y deseados incluso. Los griegos creían que el amor era la principal fuerza educadora. No respetaban demasiado al maestro que enseñaba por dinero. Les gustaba más el profesor que escogía a nuevos discípulos solo al descubrir en ellos un destello especial y entregaba su sabiduría, sin el estorbo de peticiones salariales, enamorándose y seduciendo -ni más ni menos que lo que hacía Sócrates-. En Grecia, miraban este tipo de homosexualidad pedagógica como algo incluso más digno y elevado que las relaciones heterosexuales. 

En realidad, la leyenda del rapto de Europa es un símbolo. Detrás de la historia de la princesa arrebatada de su hogar, late un lejano recuerdo histórico: el viaje del conocimiento y la belleza oriental desde el Creciente Fértil hacia Occidente y, en particular, la llegada del alfabeto fenicio a tierras griegas. Por tanto, Europa nació al acoger las letras, los libros, la memoria. Su existencia misma está en deuda con la sabiduría secuestrada de Oriente. Recordemos que hubo un tiempo en el que, oficialmente, los bárbaros éramos nosotros. 

Otro de los diez oradores, Antifonte, fue un auténtico pionero que podría figurar en la Vanguardia del psicoanálisis y las terapias de la palabra. El ejercicio de su profesión le había enseñado que los discursos, si son efectivos, pueden actuar poderosamente sobre el estado de ánimo de la gente, conmoviendo, alegrando, apasionando, sosegando. Entonces tuvo una idea novedosa: invento un método para evitar el dolor y la aflicción comparable a la terapia médica de los enfermos. Abrió un local en la Ciudad de Corinto y colocó un rótulo anunciando que “podía consolar a los tristes con discursos adecuados”. Cuando acudía algún cliente, lo escuchaba con profunda atención hasta comprender la desgracia que lo afligía. Luego “se la borraba del espíritu” con conferencias consoladoras. Usaba el fármaco de la palabra persuasiva para curar la angustia y, según nos dicen los autores antiguos, llegó a hacerse famoso por sus razonamientos sedantes. Después de él, algunos filósofos afirmaron que su tarea consistía en “expulsar mediante el razonamiento el rebelde pesar” pero Antifonte fue el primero que tuvo la intuición de que sanar mediante la palabra podía convertirse en un oficio. También comprendió que la terapia debía ser un diálogo exploratorio. La experiencia le enseñó que conviene hacer hablar al que sufre sobre los motivos de su pena, porque buscando las palabras a veces se encuentra el remedio. Muchos siglos después, Viktor Frankl, un discípulo de Freud superviviente de los campos de concentración de Auschwitz y Dachau, desarrollaría un método similar para superar los traumes de la barbarie europea de su época. 

Y sin embargo, desde tiempos remotos las mujeres han contado historias, han cantado romances y enhebrado versos al amor de la hoguera. Cuando era niña, mi madre desplegó ante mí el universo de las historias susurradas y no por casualidad. A lo largo de los tiempos, han sido sobre todo las mujeres las encargadas de desovillar en la noche la memoria de los cuentos. Han sido las tejedoras de relatos y retales. Durante siglos han devanado historias al mismo tiempo que hacían girar la rueca o manejaban la lanzadera del telar. Ellas fueron las primeras en plasmar el universo como malla y como redes. Anudaban sus alegrías, ilusiones, angustias, terrores y creencias más íntimas. Teñían de colores la monotonía. Entrelazaban verbos, lana, adjetivos y seda. Por eso textos y tejidos comparten tantas palabras: la trama del relato, el nudo del argumento, el hilo de una historia, el desenlace de la narración; devanarse los sesos, bordar un discurso, hilar fino, urdir una intriga. Por eso los viejos mitos nos hablan de la tela de Penélope, de las túnicas de Nausícaa, de los bordados de Aracne, del hilo de Ariadna, de la hebra de la vida que hilaban las moiras, del lienzo de los destinos que cosían las nortas, del tapiz mágico  de Sherezade.
Ahora mi madre y yo susurramos las historias de la noche en los oídos de mi hijo. Aunque ya no soy aquella niña, escribo para que no se acaben los cuentos. Escribo porque no sé coser, ni hacer punto; nunca aprendí a bordar, pero me fascina la delicada urdimbre de las palabras. Cuento mis fantasías ovilladas con sueños y recuerdos. Me siento heredera de esas mujeres que desde siempre han tejido y destejido historias. Escribo para que no se rompa el viejo hilo de voz. 

He deixat aquí algun retall del llibre però hi ha tantes coses que vull rellegir i no oblidar! Feia temps que no llegia un llibre així. No és novel·la però t'enganxa com si ho fos, és assaig però tan amé que no el pots deixar i t'obre la porta a temes que creies que coneixies bé i et fa adonar-te que et fa falta tornar a agafar algun llibre d'història... Amanit tot amb anècdotes i comparant els primers temps de la cultura amb el món d'ara, tot això fa que sigui un llibre molt recomanable!